No hace más de dos semanas que volví de un gran viaje por Tailandia, un pais lleno de encanto y sorpresas, una tierra plagada de sonrisas, buenos precios, impresionantes playas y mejores mujeres. Un pais que, sin duda, tiene una terrible fama en España. Me llevé una enorme desisusión cuando llegué allí con la mochila llena de medicinas y no pillé malaria, ni dengue, ni me entraron tremendas diarreas con la comida, ni me acribillaron los mosquitos, ni me atracaron en Bangkok, ni me dispararon los camisas rojas, ni me metieron en una carcel tailandesa de la que solo Dios y el embajador de España podría sacarme.
A decir verdad toda esa mierda con la que viajé a ese pais no fue más que una enorme bola que poco a poco iba creciendo a medida que hablaba con gente sobre el pais, gente, claro está, que jamás había estado allí.
Cualquier dato negativo que tenemos sobre ese pais es falso, Tailandia es un pais increiblemente seguro y mucho más para un hombre blanco con los bolsillos llenos. Es un pais que jamás podré olvidar, y no solo por lo bien que me acogió, y por las maravillosas personas con las que me crucé, sino tambien por la increible experiencia que ha representado para mi viajar desde el norte hasta el sur, por playas, ciudades, junglas, aldeas y montañas con la unica compañía de una mochila llena de elementos inútiles, una gran Chang siempre en mi mano y dos grandes amigos siempre dispuestos a ir más allá.
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